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jueves, 10 de febrero de 2011

La fantástica historia de Juanillo, el que susurraba a las hojas de los olivos (2ª Parte)

El viejo olivo le explicó que le hablaba a través del viento que agitaba sus hojas, articulando así las palabras que llegaban a sus oídos, pero que sólo aquellos que le habían hablado alguna vez, habían obtenido respuesta. De esta forma comenzó a narrarle una magnífica e increíble historia...




La savia que recorría sus ramas era más antigua aún que el cultivo del olivo por el hombre. Se remontaba al año 6.000 antes de Cristo, cuando nació de forma silvestre a orillas del río Tigris, en Mesopotamia.


Contempló el paso del tiempo y la evolución humana, hasta que siendo ya un olivo milenario sobre el que se había forjado una leyenda en el lugar, fue arrancado por unos agricultores que se lo disputaban, ya que se hallaba en un punto colindante entre dos propiedades distintas. Así se repartieron sus dos patas, y las trasplantaron a sus respectivas tierras.


Fueron pasando los años y los siglos, y siendo siempre los árboles de su estirpe tan fértiles y generosos en frutos, eran trasplantados o injertados por las sucesivas generaciones de agricultores, para conservarlos vivos.


Juan escuchaba atónito, mientras el sol se iba elevando en el cielo. Miró instintivamente su corta sombra proyectada en la tierra, y pensó que debía ser casi mediodía. Comenzó a sentir calor, por lo que con un poco de cautela todavía, se acercó hasta el olivo para refugiarse en su frescor. Se sentó bajo sus ramas y se dispuso a seguir escuchando el relato.


Hacia el año 712, cuando los musulmanes habían ocupado la Península Ibérica, algunas plantas hijas del olivo legendario fueron traídas por un árabe para cultivarlas en España. Era asombrosa la facilidad con la que se enraizaban y crecían, y más llamativa aún la copiosa cantidad de aceitunas que en ellos germinaba.


Durante miles de años el espíritu de la planta se había reencarnado clonándose en cada nuevo hijo vegetal y, a lo largo de su historia, el olivo fue transmitiendo su sabiduría y sus dones a tantas personas como hablaron con él. De este modo, esas personas fueron renovando la vida del vetusto ser y jamás permitieron que muriese de viejo. Sin embargo, él no podía comunicarse con ningún hombre sin ser previamente interpelado por éste de forma espontánea, y siempre bajo la condición de no revelar sus secretos.


Después, en todo el Mundo, se sucedieron durante siglos invasiones, guerras, reconquistas y más guerras, y esto propició que los cultivos se desatendieran por largos periodos y que muchos de los olivos muriesen, y con ellos parte de su espíritu sin par.


El campesino seguía la narración absorto en cada detalle, pero llegado este punto, empezó a preguntarse cuales serían esos dones que poseía y de qué modo podría él ayudar al olivo y a su propio hijo. Ya no dudaba de que todo cuanto oía era cierto.


-¿Qué pasó después? –urgió el campesino.


-Tu abuelo fue el último hombre que habló conmigo, y cuando murió, tu padre pasó a ser dueño de esta tierra, pero ya estaba mediado el siglo XX y el trabajo del campo cambió mucho. Lo artesanal fue sustituido o modernizado, y los campesinos usaban máquinas que hacían mucho ruido. Las labores manuales se redujeron al mínimo, lo mismo que el tiempo en ellas invertido. Todo eran prisas y artificios para sacar el máximo rendimiento económico a los cultivos –continuó diciendo el olivo-, y tu padre jamás sintió tentación de hablarme.


-¿Mi padre no te habló nunca?


-No. Tu abuelo lo trajo muchas veces a mi lado desde que era un niño, pero yo esperé vanamente. Ahora, por fortuna, mi espera ha concluido.


-¿Y qué debo hacer yo? –preguntó Juan consciente de la responsabilidad que había adquirido y de la extraordinaria oportunidad que se le otorgaba.


-Me estoy muriendo –resonó de nuevo aquella voz, ahora con profunda tristeza-. Puedo sentir cómo mi ser poco a poco se extingue con cada olivo que se seca sin replantar. Estoy enfermo y me queda muy poco tiempo de vida. Desde el principio de la humanidad, he aprendido cuanto los hombres me han enseñado y he enseñado a cuantos me han oído. Soy el más antiguo testigo del mundo. Ahora tú eres mi única esperanza.


-Haré lo que desees, si está en mi mano, pero dime cómo debo hacerlo y cuéntame cómo podría ayudar también a mi hijo –quiso saber el campesino, que de repente se sentía ilusionado.


Entonces el árbol le explicó cómo su abuelo murió repentinamente justo antes de replantarlo. El anciano había cortado unos brotes de su tronco y los dispuso para el día siguiente, pero nunca volvió. Las ramitas cortadas se secaron depositadas en el suelo, junto a su tronco. Tiempo después el padre de Juan comenzó a labrar aquel terreno del que ya era dueño, y el olivo continuó esperando cada vez más afligido.


-Tan sólo queda otra parte sana de mí en alguna de estas colinas que rodean el pueblo- dijo el árbol-. Debes encontrar ese olivo antes de que sea demasiado tarde, e injertar con él la corteza de alguno de estos que me rodean. Al cabo de un tiempo, cuando haya brotado, podrás replantarlo cuantas veces desees. Yo me secaré pronto, pero seguiré viviendo en todos aquellos que lleven mi savia.


-¿Y mi hijo? –quiso saber Juan.

-El próximo invierno, cuando llegue la cosecha...


Continuará...

Adelaida Ortega Ruiz.

16 comentarios:

  1. Muy bonito y atrayente para leer, con una historia diferente a las habituales. Más parece un relato de los escritores chinos del siglo I.

    Me ha gustado mucho y me encanta que cuides tanto los detalles del entorno de la historia.

    Mis felicitaciones.

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  2. Tienes la mala costumbre de dejarlo en lo mejor, te pareces a los presentadores de la tv. cuando dicen "lo sabrán después de la publicidad".
    Bueno, ya en serio, la historia está cada vez más interesante y estoy deseando saber cómo acaba.
    Un beso.

    Pd.- ¿Practicaste muchlo de los palillos? jajaja...

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  3. Don Javier, me gusta cuidar los detalles; sin ellos cualquier relato se resumiría en 3 renglones.
    Los detalles son los que humanizan y dan vida a cualquier historia.

    Muchas gracias.

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  4. Elena.
    jajaja!!
    Si no lo dejara en un punto inquietante, tal vez no tendrías interés por leer la continuación. Lo aprendí viendo series de tv, que ya sabes que siempre te dejan en lo mejor.

    Pd. Lo mismo te pregunté yo por ahí en algún comentario...
    Ya sabes que los palillos se pueden poner de dos posiciones, pero con igual resultado.
    Ya me dirás cuál de ellas te gustó más, jajajaja.

    Besos.

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  5. Ya te vale eh...un poquito más y la hubieras termidadoooo.
    Ala... a esperar otra vez!! Eres como las drogas... creas adicción con tus relatos:))
    Está cada vez más interesante.
    Librera porfa no tardes nucho en la próxima entrega.
    Un beso

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  6. Ufff Laura, eso de crear adicción como las drogas creo que me queda lejos, pero gracias, amiga.

    Un besazo.

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  7. ...Como siempre un placer pasar por tu casa... Un saludo.

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  8. Cuando pase en el AVE, o por la N IV, y mire por la ventanilla las infinitas hileras de viejos y jóvenes olivos, afianzados en esas tierras legendarias de la Bética, pensaré que entre todos podrían hilvanar millones de pequeñas historias,con misteriosas tramas, que conformarían la Historia de nuestro gran país.
    Y sí, claro que los olivos hablan. Y piden que se les injerten brotes nuevos y sanos.
    Se necesitan ver brotes verdes, se acerca la primavera...

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  9. José Antonio.
    Suscribo todo lo que has dicho: "hasta los olivos hablan, y piden que se les injerten brotes nuevos y sanos. Se necesitan ver brotes verdes, pero de los de verdad", jeje.

    Saludos.

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  10. Sigue la emoción.Me encanta leerte. Hoy estuve hablando con los olivos y con los almendros. Los olivos estaban adormilaetes pero los almendros...¡tenían un bailoteo!
    Un abrazo.

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  11. Hola Pasto.
    Tienes razón; los almendros están ahora que se salen. En cambio, los olivos están deseando que los dejen en paz para dormir la siesta, porque en estos últimos meses les han dado muchos palos... Ya sabes, el vareo, para tirarles las aceitunas al suelo.

    Saludos cordiales.

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  12. Me he sumergido en un mundo maravilloso.

    Impecable Adelaida, espero la continuación.

    abrazos.

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  13. Gracias por lo de impecable, Adriana.

    ¡Ya me gustaría a mí serlo, chiquilla!

    Besos.

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  14. Ahora que tengo tiempo he leido tus dos partes de esta mágica historia y me pasa como a todos, que me ha engachado y espero la continuación.
    Me gusta la destreza de tus escritos :)

    Un gran abrazo.

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  15. Gracias Encarni.
    Espero que leas la continuación y que también te guste.

    Un beso.

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