lunes, 31 de enero de 2011
El arte de hacer buenas "cocretas"
Mirad, si no, este video del carnaval de 2006.
La imagen no tiene buena calidad, “sin encambio” escuchadlo entero, que el que más y el que menos se va a “jartar” de reir.
¡Dios nos libre de una cuñada así, aunque le salgan buenas las "cocretas"!
viernes, 28 de enero de 2011
The Beatles. Su sol sigue luciendo medio siglo después.

viernes, 7 de enero de 2011
A mis hijas. "Mesa limpia, mantel de ausencia".
martes, 4 de enero de 2011
se EX-FUMÓ
Había algunos que odiaban su olor, que ciertamente era repugnante, pero otros lo adoraban y se reunían alegremente en los bares a charlar, tomar unas cañas y comer la rica col.
Siempre fue así hasta que los no adeptos empezaron a protestar, y el alcalde decidió que no estaba bien exponer a los “no comedores” a tan tremendos efluvios. Todos lo consideraron justo y hubo acuerdo: se habilitarían zonas en los grandes bares donde los comedores de col pudieran encerrarse para aislar a los demás de la peste, y también habría tabernas colinianas y no colinianas, según su propietario decidiera. Asimismo se prohibió comer col en el ayuntamiento, en el centro médico y a bordo del tranvía que atravesaba el pueblo, y se permitiría en espacios abiertos donde no pudiera molestar a nadie.
De este modo, los comedores de col empezaron a sentirse cohibidos, pero respetaron las normas, pues eran conscientes tanto de sus derechos como de sus deberes, y a partir de ese momento unos y otros respetaron a los demás y, unos y otros, cedieron un poco para facilitar la convivencia y para no pisotear la libertad ajena.
Pero algún tiempo después, el alcalde, hombre que se llenaba la boca con palabras como “consenso “y “talante”, enajenado por el poder, decidió que endurecería las normas, y así, olvidándose de los principios de libertad, prohibió comer col en todas y cada una de las tabernas, en las cercanías del ambulatorio, en el parque público y hasta a orillas del arroyo. Y no contento con eso, puso carteles por todo el pueblo, donde se leía “Se busca a cualquiera que coma col. Denúncielo y siéntase ciudadano de primera”.
Dejó entonces de haber prolongadas tertulias en los bares, y algunos taberneros tuvieron que cerrar porque sus clientes se sentían vigilados en aquel lugar, que tiempo ha, había sido un rincón de ocio y alegría.
La gente empezó a mirar a los comedores de col como proscritos, y ellos, tuvieron que hacerlo a escondidas en aras de algo que se “ex-fumó”, y que anteriormente se había llamado libertad.
Adelaida Ortega Ruiz.
martes, 28 de diciembre de 2010
Casos y cosas del frutero Vicente
Era el frutero Vicente
astuto, cotilla, embustero,
charlatán y diligente,
y aunque también muy cicatero,
le caía bien a la gente
y le vendía al barrio entero.
Heredó el solterón la tienda
de su padre y de su abuelo,
y no hizo reforma ni enmienda,
pues decía que “lo moderno”,
además de mermar su hacienda,
a él le importaba “un cuerno”.
Vicente seguía pesando
en su primitiva balanza,
donde iba añadiendo y quitando
pesas a la antigua usanza.
Y como dividir no sabía
salvo por dos y por cuatro,
dos quitaba, una ponía…
hasta el peso haber cuadrado.
-El medio kilo vale quince,
el kilo entero justo treinta…
¡Y no se venden “peros” sueltos!
pues… ¿cómo ajusto yo la cuenta
si los gramos son doscientos?
Cuando alguien le pedía “un kilo”
cumplía presuroso el encargo
equilibrando con sigilo,
pero solía pasarse de largo;
y así el kilo, sin remedio,
se aumentaba en más de un cuarto…
-¿Te lo dejo o te lo quito?
-¡Déjalo, por si lo gasto!
Y Vicente muy contento
lo cobraba como un rayo
“redondeao” a kilo y medio,
porque… pasaba del cuarto.
Odiaba la tecnología
y como estuvo poco en la escuela,
calculadora no tenía,
pero portaba siempre en su oreja
el lápiz con que escribía
y sumaba a “la cuenta la vieja”.
Mas la oreja la tenía
que más que oreja era molleja;
¡gigante almeja parecía!
No hacía par con su pareja,
pues la izquierda no sufría
el peso de la manía añeja
que el otro pabellón sí sentía
por “pillar” a mano derecha.
Cada día dos de enero
se iba al banco al ser el alba
y se agarraba al asidero
de la puerta de la entrada,
pa poder ser el primero
cuando abrieran de mañana.
-¡Saque todo mi dinero,
y crea que no es desconfianza,
que en un santiamén lo cuento
y lo devuelvo sin falta!.
Y así Vicente el frutero
al banquero vigilaba,
¡No le mermaran los duros
que en su cartilla atesoraba!
jueves, 23 de diciembre de 2010
Papá Noel me ha traído un jamón.
¡De miedo!
De miedo fue el relato que envié al concurso organizado por Javier Sanz de "Historias de la Historia" y por Françs Gori de la Editorial Toison.
Era la primera vez que escribía algo de este estilo, pero "Morando en su mente", que así lo titulé, fue seleccionado entre los 36 trabajos presentados.
Después, gracias a los votos de los lectores que lo eligieron entre los finalistas , mi relato ha sido el ganador, y... Santa Claus me va a traer el jamón y un lote de libros.
Enhorabuena a los otros 5 finalistas y al segundo clasificado, gracias a los que me han votado y felices fiestas a todos, que yo me voy a afilar el cuchillo...
Adelaida Ortega Ruiz
sábado, 18 de diciembre de 2010
EL "ANTICUENTO" DE NAVIDAD
Ana Pura se sentó en el sofá y me indicó, dando unos golpecitos sobre el asiento, que me colocase a su lado. ¡Hice de tripas corazón!
viernes, 17 de diciembre de 2010
Mi ventana seguirá abierta para compartir mis sueños
A los que me acompañan desde el primer día y a esos otros que ahora echo de menos, a los que pasaron sólo un momento pero dejaron su huella, a los que se asomaron y salieron en silencio, a los que pegaron unas frases que más tarde encontré calcadas en otra ventana, a los que buscaron aquí una pantalla para reflejar su sitio, a los que llegaron por accidente y se quedaron conmigo, a los que me demuestran su cariño que tanto agradezco, a los que me animan con palabras mágicas, y a todos los que, sin saberlo, me han convencido de que merece la pena compartir mis sueños. Para todos ellos, para todos vosotros…
Adelaida Ortega Ruiz
lunes, 13 de diciembre de 2010
Mi destino en un trozo de papel
Caminé arrastrando mi alma, sujeta a mis pies por una cadena invisible. Cientos de personas iban y venían con prisas, cruzaban la calle o esperaban el autobús. Otras paseaban ajenas al drama que tambaleaba mi mundo.

